Mi humilde petición

Sería de agradecer que cada cual deje sus comentarios en la entrada que crea oportuna...tanto los buenos como los no tan buenos. Así puedo hacerme una idea de cómo mejorar y en qué aspectos :)

martes, 27 de agosto de 2013

La nana

El niño está nervioso, busca palabras que no encuentra, y el único consuelo que yo puedo darle es mi hombro. Noto cómo se le corta el llanto en un suspiro que nada bueno aguarda y, asustada, guío el torrente de sus lágrimas hacia mi hombro, para que no se pierdan.
-Shhhh- le susurran mis labios, tiernamente apoyados sobre su frente.- Shhhh.
El suspiro se pierde entre sus dedos crispados, pero noto cómo relaja los hombros, libres del peso de las palabras que peleaban por salir. Dejo que mis dedos se pierdan entre los hilos de su pelo, tomo aire y, sin abrir la boca, dejo que las palabras atraviesen mis labios.
Lentamente, casi con pereza, dejo que mi nariz dé forma al aire que expele.
"¿Dónde está...?"
El niño levanta la cabeza y me mira. "¿Qué?", me pregunta su mirada, su gesto, y hasta las palabras que no puede pronunciar: no le doy tiempo.
"¿...mi niño chico...?"
Sigo entonando. El ritmo es tan lento que la melodía queda deforme, privada de los acordes que le dieron la vida. Pero él entiende y vuelve a posar la cabeza sobre mis hombros, conforme.
"¿...que lo quiere su mamá?"
Las palabras se cortan sin ser pronunciadas; apenas se intuye su forma entre la destrozada melodía, carente de la mitad de sus notas. Pero él las entiende. Noto cómo sonríe sobre mi pecho.
"¿Dónde está...?"
Las notas, las pocas notas que abandonan el aire de mi nariz, suenan chirriantes, incompletas, como elegidas al azar en un instrumento mal afinado. Pero el niño se relaja; primero caen los hombros, espira el aire retenido, y deja que sus brazos y piernas recuperen el peso que evitaba depositar en mí.
"¿...lo más bonito?"
Un ronquido. La melodía es tan lenta, tan perezosa, que cada palabra tarda poco menos que una eternidad en cruzar la barrera de mis labios, aún cerrados. Se oye otro ronquido, profundo y suave, apenas más alto que un suspiro. Yo sigo.
"Dímelo tú dónde está"
Mis espiraciones son cada vez más bruscas, más distanciadas, y la melodía sale cada vez más mutilada; las suyas, sin embargo, son cada vez más amplias y suaves, a cada cual más relajada.
Acabo mi melodía y ésta, cuya agonía ha sido tan lentamente alargada, está feliz de ser acabada.
El niño descansa. Su respiración es cada vez más pausada, su cuerpo más pesado. Una débil sonrisa ilumina su cara.
Y yo permanezco atenta: no puede ser tan fácil...¿O sí?
No tarda en llegar.
El brazo del niño se crispa en un pequeño espasmo. Lo sigue el resto del cuerpo. Su respiración se vuelve agitada y gime asustado. Una pesadilla.
Deslizo los dedos a lo largo de su rostro, y su cuerpo deja de moverse, pero su pecho sigue subiendo y bajando a un ritmo desenfrenado. Y yo vuelvo a empezar.
"Despierta, niño despierta"
Ésta vez tarareo la melodía: es más fácil, cansa menos, y consigo rescatar todas las notas. Aun así, sigue siendo lenta y muda, sin más sonido que el "tarara".
"Que el día ya comenzó"
El niño vuelve a respirar suave, tranquilo.
"Y los pajaritos cantan"
Su cuerpo descansa, laxo y pesado, sobre mi brazo y mi pecho.
"Y las nubes se levantan"
Acabo la nana por segunda vez. El niño abre los ojos y me mira desconcertado. Yo le beso la frente.
-Ha sido una pesadilla- le susurro.
Él sonríe, se da la vuelta y cierra de nuevo los ojos. Ésta vez, mis labios susurran cada palabra en su oído, suaves, tiernas, siguiendo la melodía tal y como la marcan sus tiempos y silencios. Al fin, el niño se duerme. Me quedo a su lado, observando sus sueños y desterrando las pesadillas que le amenazan.
El niño duerme, las pesadillas ya no están.
"La luna ya se escondió".