Mi humilde petición

Sería de agradecer que cada cual deje sus comentarios en la entrada que crea oportuna...tanto los buenos como los no tan buenos. Así puedo hacerme una idea de cómo mejorar y en qué aspectos :)

viernes, 4 de marzo de 2011

Quién sabe

¿Qué puedes hacer cuando te sientes sola, pero tienes miedo de conocer a alguien?
¿Qué, cuando te da miedo la soledad, pero no quieres cambiarla por estar acompañada?
¿A qué puedes aferrarte cuando necesitas un beso, una caricia, sentirte querida...pero te horroriza que alguien quiera tocarte?
¿Dónde te escondes cuando deseas enamorarte, pero te aterra estar enamorada, si para ti cada caricia, cada "te quiero" es un arma para hacerte daño?
¿Cómo abrir tu alma si por cada sonrisa que recibes te quedas esperando la puñalada que habrá de destruirte?
¿Cómo confiar en los demás si ni siquiera puedes confiar en ti misma?
¿Cómo dejarte ver si te acongoja que te miren?
Sufres.
Con cada una de estas situaciones, sufres.
Sufres, pero no dejas que nadie lo vea, que lo puedan intuir.
¿Por qué?
Por vergüenza.
Porque no confías en nadie.
Porque sabes que nadie te entenderá como tú necesitas que te entiendan.
Porque tienes miedo. Miedo a las burlas, a que se rían de ti, a que te malinterpreten. Miedo a ti misma, porque no quieres reconocerlo, porque aceptarlo es caer, admitir que has caído y no consigues levantarte. Miedo a que quieran ayudarte... miedo a que puedan conseguirlo.
Lo guardas todo para ti e intentas no pensar en ello. Para no tenerlo presente, para que no pueda hacerte daño. Para poder mantener encendida esa pequeña llamita de esperanza que te invita a confiar en que todo va a cambiar, que se arreglará por sí sólo...que los miedos van a desaparecer, que podrás vencerlos y levantarte después de caer.
Aunque sabes que no es así, que lo guardas y ahí se queda, en un recóndito lugar de tu mente al que no quieres acceder.
Se acumulan. Se unen unos a otros, se juntan. Hay algunos que incluso se mezclan entre sí.
Es entonces cuando comienzan las pesadillas, los momentos de angustia. Notas cómo se incrementan día a día, a cada rato. Te das cuenta de que ya casi no eres capaz de cerrar los ojos sin tenerlos presentes, sin que te atormenten por dentro. Pero aún intentas negarlos, olvidarte de ellos y sonreír. Aún no se ha apagado del todo la llamita.
Hasta que revientas.
Cada día te resulta más y más difícil mantener la sonrisa. Las horas pasan e intentas distraerte, pero las lágrimas se van acumulando con cada segundo que pasa, y se incrementan tus ganas de llorar, pero no lloras. Aún no, no es el momento.
¿Y entonces cuándo? ¿Cuándo será el momento, cuándo podrás expulsarlo todo?
Quién sabe.
Quizás mañana. Quizás cuando todo haya desaparecido al fin, y hayas descubierto lo tontos que eran tus miedos y lo feliz que eres tras haberlo superado. Quizás cuando más sola estés, a lo mejor rodeada de aquellos a los que amas...quizás nunca.
¿Quién sabe?
Cada noche se te hace más difícil irte a la cama por miedo a quedarte dormida y regresar a tus pesadillas, dejar que se adueñen de ti. Temes adentrarte en ese mal sueño y descubrir que no es tal, que esa es la realidad y que lo real es en verdad casi un bonito sueño en comparación.
Y te horroriza soñar aquello que anhelas porque sabes que desaparecerá al despertar y que ya nunca ocurrirá.
No quieres dormir, pero sabes que quedarte despierta es atarte a la realidad que tanto odias y temes.
¿Qué puedes hacer entonces?
Quién sabe.
¿Dónde puedes esconderte para que no pueda encontrarte nadie, ni siquiera tú misma?
Quién puede imaginarlo.
¿A dónde huir si allá donde vayas siempre estarás tú misma, la única de quien en verdad huyes?
Quién supiera salvarte.
Hasta que un día encuentras al fin el momento. Lo encuentras y lloras hasta que ya no puedes más, hasta que tus pulmones se ahogan con tus propias lágrimas y tus últimas fuerzas se van, te abandonan.
¿Y después qué?
Nada. Después volver a empezar, volver a guardártelo todo, a no chillar. A rezar para que nadie más se de cuenta.
Sabes que tienes que sacar fuerzas de donde no las hay, que puedes con ello, que sólo tienes que intentarlo para conseguirlo. Ya lo hiciste una vez.
Sólo te queda una duda:
¿De dónde sacar las fuerzas si ya ni siquiera crees que existan? ¿A qué aferrarte si tu confianza en el mundo, en ti misma, no es más que una triste ilusión?
Y, sin embargo, no puedes dejar de intentarlo.
¿Por qué?
Quién sabe...simplemente, no puedes.




Gracias, Isma...esta va por ti. Gracias por hacerme llorar y sacarlo todo. Te quiero :)

2 comentarios:

  1. Te entiendo, no sabes cómo te entiedo. Me das una envidia escribiendo ~ xD

    ResponderEliminar
  2. Tú no sabes lo bien que me hace sentir que me entiendas :D
    Muchas gracias por el comentario, eres un sol ^^

    ResponderEliminar