Hace años, muchos años…casi dos décadas, hubo una cría que apenas levantaba dos palmos del suelo, pero que ya tenía claro lo que quería hacer con su vida: escribir, plasmar su imaginación en páginas en blanco para que otros pudiesen leerla, sumergirse en ella y disfrutar como ella disfrutaba con la imaginación de otros. Como es obvio, ella, a su corta edad, no podía saber expresar esto tal y como está siendo expresado ahora, no podía saber lo que es la imaginación o que los mejores libros salen de ella…aparte, que los libros que había leído hasta ese entonces no pasaban de las 20 páginas con letras muy grandes y muchos dibujitos. Sí, le gustaban los dibujitos, aunque ahora piense que sólo te ahorran el esfuerzo de imaginar por ti mismo.
Tal era su pasión por los libros a tan temprana edad, que aún recuerda, y seguirá recordando por mucho tiempo, cuál fue el primer libro que leyó, el detonante de esa pasión, el interruptor que encendió la necesidad de seguir leyendo, y el sueño de aprender a escribir para que otros niños como ella pudiesen disfrutar de semejante placer. “María sonrisa de perlas”, se llamaba.
Luego hubo más…muchos más. Libros cada vez más grandes y mejores, con la letra cada vez más pequeña y menos dibujos. Libros que permitían crecer su imaginación, libros que creaban auténticas películas en su cabeza, de las que ella era la protagonista, o no, pero que siempre vivía con enorme intensidad, como si estuviese dentro, como si fuese el viento en cada escena, el aire que respiran los personajes, cada brizna de hierba que pisan, cada palabra que dicen o movimiento que hacen.
Hubo libros que la hicieron reír, llorar…y hasta llorar mientras reía. Los hubo entretenidos, aburridos, de amor y, sobre todo, de aventuras. Algunos los pudo leer en horas, para otros necesitó días y para todos deseó una segunda parte, pues era imprescindible que la historia siguiese, pues los personajes seguían vivos. Y los hubo (sin duda alguna, los mejores), que la transportaron fuera de su propio cuerpo, que la hicieron olvidarse de que vivía, que tapaban su hambre, borraban su sueño y cegaban el dolor de cabeza de las horas y horas (incluso días y días) que pasaba pegada a las páginas, millones de palabras, sin apenas dormir. Y el placer que producía la sensación de volver a su cárcel de huesos y carne tras un largo viaje del que habría preferido no regresar jamás, el escalofrío al ser consciente de su propio cuerpo una vez más, notar las lágrimas que fueron derramadas a lo largo de sus mejillas cuando nadie habitaba su cuerpo, y esa sonrisa que no recordaba haber dibujado en su rostro. Esa sensación de no necesitar nada más.
Y eso mismo es todo lo que ella siempre quiso escribir, todo lo que soñó con publicar, todo lo que deseó hacer sentir a otros niños como ella. Una historia nacida de la nada, un sueño de millones de personas despiertas…el deseo de encerrar tropecientos sentimientos diferentes en una cárcel de papel y tinta, tan largo como su vida misma lo permitiese, pero tan corto como una noche pegado a sus palabras sin final.
Nunca lo hizo. Le faltó… ¿imaginación? Sí; ¿valor? Tal vez… ¿tiempo? Ni una pizca. Eso nunca fue excusa, por mucho que ella se empeñase.
¿Y ahora? Ahora pretende retomar su sueño. ¿Justo ahora? No, por supuesto que no, ahora verdaderamente anda muy escasita de tiempo. ¿Mañana, quizás? Imposible… ¿en unos días, semanas o meses? Lo dudo, pues aún le faltan valor e imaginación. ¿Cuándo, pues? Cuando se sienta preparada, no antes….tampoco después, sino justo en el momento.
¿Mientras? Sólo tiene clara una cosa, algo que nunca dudó, lo que la anima a seguir, poco a poco, cada día, sin perder la esperanza de que, quizás no hoy, quizás no mañana, en algún momento tendrá narices suficientes para coger boli y papel y dar rienda suelta a su imaginación, sin fronteras, sin restricciones y sin temor a que pueda gustar o no, sabiendo sólo que es eso lo que ella quería hacer y sin importarle lo que otros pudieren pensar después.
Lee, y aprenderás a escribir. Escribe, y aprenderás a soñar.
El lugar más idílico conocido se encuentra dentro de ti; se llama “imaginación”.
"Este escrito merece una especial dedicatoria:
- A mis papás, por enseñarme a leer y despertar en mí las pasiones que hoy me guían. Y por ayudarme a crecer.
- A mi hermana, por incitarme a escribir cuando ve que llevo demasiado tiempo sin pasar por aquí.
- A mi hermano, que no lee nada de lo que escribo, pero que me soporta día sí, y al siguiente también...tanto a mí como a mis caprichos.
- A mis amigos, que me guían en el día a día y que a veces son la razón, directa o indirecta, de que escriba.
A todos vosotros, Gracias ^^"
- Y, por supuesto, a todos los que se pasan con cierta asiduidad por este blog, leen lo que escribo y comentan lo que les ha parecido. Este punto va, en concreto, por un amigo que me pregunta prácticamente a diario si he actualizado, que se pasa por aquí en cuanto se entera de que he escrito algo nuevo y que, como mi hermana, me pide nuevos escritos cuando no tengo ni tiempo ni...¿razones? para escribir.