Si en algún momento alguno de los soldados en
formación sintió inquietud, no lo dejó
traslucir. Elfos, dríades, duendes y trolls mantenían su posición en actitud
relajada, con las armas en ristre a punto para ser utilizadas; en el aire, los
dragones y sus jinetes mantenían su formación con la vista fija en los enormes
lagartos alados que surcaban el cielo a toda velocidad; y en el agua, la
náyades aguardaban escondidas la llegada de las feroces sirenas. Sabían que iba
a ser una lucha larga y sangrienta, que muchos morirían, pero estaban todos
dispuestos a sufrir su destino por el bien de los supervivientes: si permitían
que sus enemigos se diesen a conocer abiertamente a los humanos, estaría todo
perdido, no habría posibilidad de salvación.
Los humanos, esos seres curiosos por naturaleza. Curiosos
y crueles. Si descubrían su existencia harían cualquier cosa, por dañina que
fuera, para conocer todos sus secretos, para sacar provecho de sus cualidades
mágicas, para exprimirlos hasta obligarlos a dar de sí todo su potencial.
Incluso, según qué quién, para exterminarlos sin más razón que su mera
existencia, poniendo como excusa que serían, sin lugar a dudas, una amenaza
para toda su raza.
Los trolls se habían ganado su reputación de seres
malvados al ser descubiertos realizando pequeños hurtos en los huertos; muchos
humanos habían avistado a algún duende despistado, a alguna hada solitaria, a
lo largo de la historia. Cientos de humanos habían intentado seguirles el
rastro a raíz de estos desafortunados encuentros, investigar sobre ellos;
algunos habían llegado a los bosques armados con antorchas, quemando árboles
sin ton ni son para eliminar a todo ser que en ellos habitase.
Aún pesaba sobre sus conciencias la extinción de los seres de la luz, los
unicornios. Los unicornios eran los seres más sabios en la tierra desde que
ésta fue creada. Ellos eran los encargados de canalizar la energía de la
tierra, de renovar la magia de los seres que en ella habitaban. Eran, por
naturaleza, asustadizos y nunca se dejaban ver, por lo que habían tenido que
aprender complejas técnicas para ocultarse que sólo ellos conocían; además,
eran muy ágiles y rápidos en la huida. Sin embargo, por mucho que habían
intentado salvarlos, los humanos habían sido más fuertes y rápidos, y el fuego
devastador. Sólo un unicornio había sobrevivido al incendio que acabó con todos
los demás, y por mucho que las demás criaturas mágicas intentaron cuidar de él,
murió pocos años después, ahogado por la soledad.
La magia del mundo había quedado estancada tras la
muerte del último unicornio, siendo imposible renovarla; desde entonces, las
criaturas que hacían uso de la magia habían tenido que obtener la energía
directamente de la Madre Tierra.
Y ahora, aquellos seres querían darse a conocer a
los humanos, no como iguales, sino como sus superiores, para gobernarlos a base
de fuerza bruta y una magia que ya no poseían; por esta razón, planeaban usar a
los supervivientes del otro bando en aquella guerra para obtener los poderes
que necesitaban y de los que carecían.
No, no podían volver atrás, no podían perder aquella
guerra…costase lo que costase.
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