Mientras, en los riscos, Jyles soltó el arco y el
carcaj y bajó a tierra. Durante su descenso, como había ocurrido con el de
Dumbaria, su anillo se iluminó y dos espadas largas aparecieron en sus manos.
Vio, aún desde una de las rocas más bajas, a un orco acercarse a un grupo de
silfos. Aprovechando que se encontraba a mayor altura, tomó impulso para saltar
desde donde se encontraba hasta el suelo, y aprovechó la inercia de la caída
para cercenar los brazos del orco. Sin detenerse a comprobar la efectividad de
su ataque, sorteó el cuerpo del orco y corrió hacia donde se encontraban el
resto de los duendes, abriéndose camino entre los orcos y trasgos que se habían
colado hasta la retaguardia, y ayudando a los duendes, trolls y dríades que se
encontraban en apuros, rodeados por más de un enemigo.
Un grupo de silfos que se encontraba defendiendo a
las hadas del suelo se apresuró a rematar al orco caído antes de volver a sus
posiciones de defensa, pues el enemigo había conseguido avanzar hasta sus
posiciones, y se disponía a acabar con las hadas más jóvenes. Los silfos,
debido a su menor estatura y envergadura, tenían que pelear en pequeños grupos
contra cada adversario, por lo que, aún a pesar de ser pocos los enemigos que
habían conseguido llegar a la retaguardia, pronto se vieron en notable
desventaja.
Jyles, que recibía los mensajes de socorro de cada
grupo, ordenó a una parte de los arqueros que centraran sus flechas en ayudar a
los jóvenes silfos; por su parte, los dragones caídos que no podían retomar el
vuelo por heridas en las alas, con jinete o sin él, se lanzaron al ataque para
defender tanto a los silfos que caían heridos como a los pequeños grupos de
hadas que quedaban desprotegidos durante el ataque.
Gracias a la capacidad de los silfos de obtener
energía de la Madre Tierra, y gracias a la protección que les ofrecían los
dragones que ya no podían volar, cuando un silfo caía herido, y siempre que la
herida no fuera mortal, éste comenzaba su propia curación hasta recuperar las
energías suficientes para continuar luchando. Sin embargo, ninguno de los
atacantes tenían esta capacidad, ya que la habían perdido con el paso del
tiempo, al distanciarse de la Madre Tierra, por lo que una vez heridos, sólo
podían esperar la muerte.
Poco a poco, los orcos y trasgos que atacaban a los
grupos de hadas jóvenes fueron
disminuyendo en número. Los dragones, muy superiores en tamaño y fuerza,
desmembraban sin piedad tanto a unos como a otros y, en ocasiones, peleaban
contra los lagartos que caían heridos y que amenazaban tanto a los silfos y
hadas como a los trolls, duendes y dríades de la retaguardia.
Los silfos se iban reagrupando conforme se iban
recuperando, y volvían a la batalla sin un atisbo de duda en el rostro. Gracias
a la ayuda de los dragones, pronto pudieron dedicarse sólo a la protección de
las hadas y a rematar a algún enemigo ya herido que pudiese seguir luchando,
aunque seguían encontrándose en marcada desventaja.
Jyles llegó a las primeras filas de ataque, y pronto
se encontró junto a Dumbaria. De repente, sin necesidad de palabras ni gestos,
el ataque de los dos duendes se coordinó como si de uno solo se tratase, como
si fuese una sola mente actuando a través de dos cuerpos. Las espadas bailaban
en sus manos al ritmo que sus dueños les marcaban, sin descanso. Luchaban codo
con codo protegiéndose las espaldas mutuamente, apoyándose el uno en la otra
para evitar ataques o magnificar los propios.
Los dos duendes habían nacido la última vez que los
planetas se habían alineado, hecho muy poco corriente, por lo que, a pesar de
ser hijos de padres diferentes, habían nacido como hermanos. Tal era el poder
que desprendía la Madre Tierra en el momento del nacimiento, que los dos
duendes se vieron envueltos en un halo de energía que más tarde les confirió
ciertas capacidades inusuales entre los de su especie. Con el tiempo, y gracias
a un duro entrenamiento, habían aprendido a ser uno solo en lugar de dos.
Las mentes de los dos duendes estaban perfectamente
coordinadas entre sí, y coordinaban y reorganizaban sin dilaciones las
estrategias de ataque de sus tropas conforme les llegaban los informes de
situación y daños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario